No pasó mucho tiempo desde mi primer contacto con lo otaku hasta topar con Neon Genesis Evangelion. Entonces, sin internet en casa, la única forma de conocer más sobre ese recién descubierto interés era durante las visitas a mi prima aficionada al anime y manga.
La introducción que ella misma me dio al respecto de la obra de Hideki Anno fue la de robots gigantes que luchan contra los ángeles enviados por dios para acabar con la humanidad
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Un planteamiento que, como adolescente estudiante de escuela católica, causó conflicto con mis antigüas creencias. Dejando en mí la impresión de encontrarme frente a algo profundamente sacrílego.
En los años posteriores pude ver la serie original junto a sus primeras películas. Siempre deslumbrado por la forma e ignorando el fondo. El optimismo del autor acerca de la vida y su invitación a vivirla.
Como muchos, no dejé pasar el estreno de Thrice upon a time. La última parte de la saga rebuild y a la que acompañé, como se debe, por un repaso de las anteriores para refrescar los detalles.
La conclusión, en esta ocasión, con una intención más clara de otorgar un cierre definitivo a la historia de Shinji y compañía.